jueves, 7 de marzo de 2013

UN CUENTO PARA ADULTOS

"El Principito", de Antoine de Saint-Exupéry, es uno de esos libros en los que no importa la edad con la que lo leas, ya que siempre descubres algo nuevo.

Cuenta una historia, aparentemente inofensiva, pero que cada vez que lo lees descubres cada valor, cada enseñanza, y cada crítica que se realiza al mundo y a las personas. 
Mediante una serie de viajes a diversos planetas, el protagonista nos descubre virtudes o defectos de las personas, una llamada de atención al "mundo de los adultos".

En primer lugar, con la visita al planeta del Rey, se manifiesta una actitud humana como la de querer imponer el propio criterio a los demás. Sin embargo, aquí también se nos enseña que hay que exigir a cada uno aquello que se puede dar, y también, la importancia de saber juzgarse a uno mismo.

En el siguiente planeta, se hace visible el afán de las personas por ser reconocidas socialmente, y la imagen que se da de uno mismo, y la importancia que las personas damos a lo físico, y no tanto a lo interior, lo que de verdad importa.

También se hace una crítica a la sociedad capitalista, donde las personas son cada vez más posesivas y damos importancia a lo que no es realmente importante, como a las cosas materiales. En la historia queda reflejada mediante la historia del hombre que quiere poseer las estrellas. 

En el planeta del geógrafo, el principito nos hace ver que en la vida, para poder disfrutarla, hay que vivirla, es decir, hay que experimentar y explorar. 

Sin embargo, en el planeta del farolero, se hace una mención especial a aquellas personas que se esfuerzan en su trabajo, por muy duro que sea. 


Este libro realiza una especial educación en valores como son la amistad y el amor. La relación que el protagonista mantiene con su flor, el hecho de quererla y sentir que es especial, refleja los sentimientos de amor de las personas.
La amistad entre el principito y el zorro expresa también cómo debe ser una relación de amistad, en la que debe haber confianza, respeto, y estar en los buenos y malos momentos para "dejar huella" en los demás.

La comparación entre los adultos y los niños es continua y muy significativa. Los niños, sencillos y sabios, valoran las cosas a través de los sentimientos y la imaginación; en cambio, los adultos, "las personas grandes", viven sumergidos en la ignorancia, pues ven las cosas superficialmente, viviendo la vida sin ilusión, dedicando el tiempo a cosas sin importancia y olvidando lo realmente importante. Dejando de lado al niño que llevan dentro. 

No debemos olvidar el sentido de la vida, la búsqueda de la felicidad, el empleo de valores que a veces quedan apartados de nuestro día a día. A veces debemos ser aquel niño que un día fuimos, dejarnos llevar por la imaginación, ser felices porque, sino, nos veremos obligados a hacer nuestra esta cita:


"Pero yo, desgraciadamente, no sé ver corderos a través de las cajas. Soy quizá un poco como las personas grandes. Debo de haber envejecido". (El Principito).



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