Históricamente, la educación artística se ha visto en la cultura popular como la asignatura en la cual cada alumno debía realizar manualidades, hacer visible al artista que llevaba dentro o la realización de láminas y láminas. Consistía en aprender habilidades y técnicas con las que elaborar obras artísticas personales.
Sin embargo, la educación artística sirve para mucho más que eso.
El alumno puede interpretar la historia del arte y así poder descubrir las ideologías y pensamientos de épocas pasadas.
La cultura visual de la actualidad poco tiene que ver con la de hace años. Las nuevas tecnologías han cambiado la percepción del mundo, y debido a los múltiples medios de comunicación, las personas y sobre todo, los más pequeños, estamos expuestos a cantidades inmensas de imágenes que llevan mensajes ocultos, publicidad encubierta, destinada a favorecer el consumo de productos en una sociedad cada vez más consumista y capitalista.
Aquí debe cobrar importancia el papel del maestro ya que, en este ámbito de la educación, además de fomentar la creatividad y la participación activa de nuestros alumnos, debemos orientar y educar el sentido de la vista y, sobre todo, proporcionar las herramientas necesarias para que en el día de mañana sean capaces de poder valorar críticamente lo que ven, razonar y así tener poder de elección.
La expresión plástica debe servir para crear una cultura visual, una educación visual con la que ser críticos ante lo que vemos, educar a las personas para que sean participativas y se impliquen creativamente en aquello que hacen.
Nuestra tarea no es la de formar artistas, sino la de formar personas.
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